viernes, 18 de octubre de 2013

La loba blanca (O Courel)

    Cerca de una aldea do Courel, vivía una manada de lobos que tenían por jefa una enorme loba blanca.
 
    Un día los lobos mataron a varios terneros de una corte, así que los habitantes de la aldea decidieron dar una batida para cazar a los lobos. Cuando los perros encontraron a la manada de lobos, la loba blanca los atacó mientras el resto de la manada huía, y aún consiguieron matar a algunos con las escopetas. Los hombres le arrancaron la piel pensando que podrían venderla por su raro color.

    Esa noche la gente despertó asustada por el aullido de los lobos. Cada vez se oían más cerca hasta que hubo un momento en el que los lobos aullaban en las puertas de las casas.

    Los hombres salieron a las ventanas con escopetas para matarlos pero solo veían sombras que desaparecían en la oscuridad de la noche, aunque no podían verlos disparaban donde momentos antes se moviera una sombra, pero no consiguieron que cesaran los aullidos.

    Al salir el sol no hubo más aullidos, los hombres buscaron los cuerpos de los lobos pero no encontraron ni un solo rastro de ellos. Dieron una batida pero ni siquiera vieron a los lobos.

    Esa misma noche los lobos volvieron pero no se conformaron con aullar al pie de la puerta sino que subieron a los tejados de las casas haciendo temblar a todos.

    Al amanecer volvieron a cesar los aullidos y con ellos también pararon los tiros. La gente temerosa se reunía en la plaza del pueblo para decidir qué hacer.

   Unos decían de dar otra batida pero la mayoría pensaban que no eran lobos sino demonios y con estos no valen las batidas porque no se les puede matar. Estaban discutiendo sin saber que hacer cuando una mujer con fama de "meiga", gritó:

-¡Vienen a por la loba! -Callaron las voces y se dirigieron hacia ella.
-Llevadle la piel al claro que hay en el medio del bosque -dijo. Acto seguido se acercó al que había matado a la loba y le ordenó:
-Lleva el cuerpo y échalo sobre ramas de tejo de manera que le de la luz de la luna.

    El hombre hizo lo que le mandó la mujer, mientras el resto de la aldea se apresuraba para llegar a sus casas.

    A la noche volvieron a oír los aullidos pero ya no sonaban en la aldea sino, en el bosque en el lugar dónde habían dejado la piel de la loba. Los lobos le estaban rindiendo el último homenaje a quién fuera su reina.

    Con los primeros rayos de sol cesaron los aullidos y los vecinos no volvieron a ver desde aquella noche a la manada de lobos. Aunque en las noches de luna llena se pueden oír los aullidos y algunos aseguran que en esas noches se puede ver a la luz de la luna a la manada con la loba blanca a la cabeza.


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