viernes, 31 de enero de 2014

Leyenda Pena de Rodas (Outeiro de Rei)

    En un lugar de las montañas de Lugo, existe un extraño lugar que está desde hace más de dos mil años vinculado al misterio y su nombre es: "Piedras de los círculos".

     Así se llaman esas dos inmensas moles de granito. Dos rocas que se sujetan apenas con una base mínima y que dan la impresión de que en cualquier momento van a deslizarse monte abajo.

     Es uno de los altares celtas más grandiosos que se conocen.

     Está en Outeiro de Rei y aunque los romanos se adjudicaron ese espacio como un templo de culto a sus dioses, fueron los celtas los que lo crearon, no se sabe con qué medios, pero sí se conoce con qué intención: celebrar en él, el solsticio de verano. Y dedicarle un lugar de culto a los Dioses del Sol.

      Aseguran que en su interior, cada una de las piedras contiene un secreto. Que los Druidas conjuraron las dos enormes esferas y con sus poderes introdujeron en ellas una fuerza mágica y tan poderosa, que nadie se ha atrevido a definirla jamás. Y hay quien dice, que si esas rocas se partieran, por los motivos que fuera y la energía de su interior quedara liberada el mundo conocido sufriría una metamorfosis profunda.

      Pero lo realmente asombroso es que las dos esferas están situadas de tal manera que durante los primeros días del verano el sol del atardecer cuando va cayendo en el horizonte, forma un canal de luz dorada que penetra entre ellas. Y en el de invierno es al amanecer cuando se produce este fenómeno.

      Y cuenta la leyenda que si durante los días del solsticio de verano (alrededor del día 22 de junio y los seis siguientes) cuando los días son más largos y las noches más cortas, llegas hasta allí y un atardecer depositas sobre el altar que hay delante de ellas una ofrenda de flores, frutas y conchas de mar en honor a los Dioses y permites que ese rayo te alcance, el aire gira, la luz te envuelve y es como si los Dioses te aceptaran y te bendijeran.


viernes, 24 de enero de 2014

El Santo Grial de O Cebreiro (Pedrafita do Cebreiro)

    En las altas cimas de la sierra, en O Cebreiro hay una aldea, llamada Pedrafita, compuesta por un pequeño grupo de pallozas: casa de un piso bajo, muy primitivas, de paredes con piedras sin labrar y unidas por barro, de plata redonda y cubiertas de paja gruesa cosida y superpuestas unas de otras.
  
    Por allí pasa el Camino Francés de las peregrinaciones a Santiago; y como el lugar era y es muy difícil de subir por lo abrupto, y fatigoso por el frío de las nieves que lo cubre una gran parte del año, se dice que San Xiraldo, conde de Aurillac, hizo construír allí un hospital y una iglesia para que pudieran reposar y confortarse, corporal y espiritualmente, los peregrinos que lo necesitasen.

    Se conoce con el nombre de "Santo Grial" el cáliz con el que Jesucristo celebró la Última Cena. En torno a él se ha ido creando una leyenda que tuvo mucha importancia en la Edad Media y que está relacionada con las del Ciclo Artúrico (el Rey Artur y los Caballeros de la Tabla Redonda, que iban en la búsqueda del Santo Grial).

     Es aquí donde se produjo el Santo Milagro, a principios del siglo XIV, un campesino de Barxamaior, subía todos los días a oír misa a O Cebreiro. Un día de gran nevada, celebraba la misa un monje y la Iglesia estaba vacía, de pronto entró un hombre en la iglesia y el cura murmuró:

    - ¡Pobre hombre, venir con este tiempo desde tan lejos, y esponiéndose a morir en el camino, solo para postrarse ante un poco de pan y vino!

     En ese momento, el cura, vio como la hostia se transformaba en carne y el vino en sangre. El cura se desmayó y el hombre que estaba en la iglesia corrió a atenderlo, pero el cura estaba muerto.

     El milagro fue conocido por los Reyes Católicos, que en 1486 peregrinaron y conocieron el milagro y donaron el relicario que, junto con el cáliz, se expone, en caja fuerte, a la contemplación de los fieles que acuden a la Iglesia de Santa María.


viernes, 17 de enero de 2014

Los avisos de muerte.

    Cuenta la leyenda que un niño se encontró con la muerte una vez y se hicieron amigos. Entonces el niño le dijo a la muerte que, ya que eran amigos, que le quería pedir un favor: si podía avisarlo antes de morir, que así podría divertirse más. La muerte le prometió que así lo haría. Se despidieron y pasaron muchos años sin que el chico recibiera ningún aviso de la muerte. Pero un día la muerte se presentó ante él, que ahora ya estaba viejo y le dijo que venía a por él. El hombre todo asustado, le dijo que eso no era lo acordado, que quedara en avisarlo con más tiempo y que estas no eran las formas para hacerlo. La muerte le respondió:

    - ¿Te blanqueó el pelo? 
   
    - Blanqueó- respondió el hombre.
   
    - ¿Te cayeron los dientes?

    - Sí.

    - ¿Se te cansaron las piernas? 

    - Pues sí.

    - ¿Perdiste fuerza?

    - La perdí.

    - Entonces, ¿qué más avisos querías? 

viernes, 10 de enero de 2014

Los tres consejos

    Había una vez en una aldea un matrimonio que tenía un niño muy pequeño. Como eran pobres, pensaron que lo mejor sería que el padre del niño se fuera para poder ganar dinero.

    El hombre se fue, y después de mucho andar, llegó a una gran casa y preguntó si necesitaban un criado. Después de muchas preguntas, lo admitieron en la casa, en la que trabajó durante veinte años. Después de todos esos años, les pidió el dinero por todo el trabajo realizado ya que tenía ganas de volver a ver a su familia.

   El señor de la casa le preguntó que prefería, que le pagara el salario o que le diera tres buenos consejos.

    - Dígame entonces los consejos- dijo el criado.

    - No hagas una cosa sin pensarla tres veces; no dejes los rodeos por un atajo; y nunca preguntes lo que no te importa.

    Además de esto le dio comida y pan para el largo camino hacia su casa.

    Se despidieron y el hombre se marchó. Yendo por el camino se le acercó un arriero. Éste último, cogió un atajo e invitó al hombre a que lo siguiera, que se llegaba antes. Pero él, acordándose del consejo de su amo, siguió su camino, sin hacer caso de la sugerencia del arriero. Al poco tiempo de que se separaran sintió voces y el aullido de lobos, que se echaron al mulero, dejándole solo las herraduras de las mulas. El hombre pensó que hizo bien en seguir el consejo del amo.

   Después llegó a una casa y pidió posada. Tan pronto cenaron, empezaron a preguntarle cosas, para ver si él también hacía preguntas impertinentes. Abrieron una alacena y salió un animal extraño con pelos muy grandes y lamió los platos de la mesa. Después le enseñaron una cueva muy oscura donde había muchas cabezas de hombres y de mujeres, pero el hombre no decía nada. En vista de que no hacía preguntas, lo dejaron en paz y se fueron a dormir. A la mañana siguiente, cuando se levantaron el pidió la cuenta, le dijeron que no le cobraban nada, y además, que le dejaban marchar tranquilo, pues todas aquellas cabezas eran de gente que no resistieron la tentación de hacer preguntas. El hombre se marchó de allí todo contento.

    Llegó a la aldea ya al anochecer y se puso a mirar por el hueco de la puerta de su casa. Allí vio a su mujer y a un cura, que estaban sentados alrededor del fuego. Tuvo la tentación de entrar y matarlo, pero, acordándose del consejo que le diera el amo, de que no hiciera nada sin pensárselo tres veces, se rascó la cabeza, y pensando decidió pedir posada en otra aldea.

    Como no lo conocían, pudo preguntar muchas cosas acerca de la familia y le contaron como el padre se había marchado hacía ya mucho tiempo, que la madre había criado a su hijo muy bien, que el chico estudiara para ser sacerdote y que vivñian los dos solos.

    El hombre no quiso saber nada más. Se pasó el día por allí escondido y, al anochecer, se fue y pidió posada en su casa. La mujer no se la quería dar, pero el hijo la acabó convenciendo. Llegada la hora de cenar, la mujer puso un plato de más en la mesa. Él preguntó para quién era aquel plato.

   - Es para mi marido, que hace veinte años que se ha ido.
   - Entonces, ese plato me pertenece, porque yo soy tu marido.
  
   Se dio a conocer y celebraron un gran banquete para festejar su vuelta a casa. Después de los postres, partieron el pan que le había dado el amo y lo encontraron lleno de oro.


viernes, 3 de enero de 2014

Puxares, Vilanuide (Quiroga)

    En tiempos muy remotos, cuando vino Roldán a España, dicen que había en Vilanuide, tres costureras que vivían juntas y solas en un otero apartado de la población. Dice la leyenda que eran tres jóvenes guapas, y que Roldán, un día que las vio al pasar con su caballo, le parecieron tan guapas que pasaba todos los días por allí para verlas.

    Y dicen que tanto era su enamoramiento que llegó a hacerles muchos regalos, y hasta protegerlas por los caminos cuando tenía ocasión.

    Ellas huían de él y le decían que no querían escucharlo, puesto que creían que Roldán no venía con buenas intenciones, y que quería burlarse de ellas. Pero él no se conformaba con poco, y todas las tardes las cortejaba y enamoraba, y hasta pensaba llevarselas a Francia.

    Entonces ellas, ya cansadas de verlo rondar la casa día tras día, una tarde que venían de Puxares, se enfrentaron a él, y le dijeron que no se cansase más en seguirlas, que no iba a conseguir nada. Pero él nunca se daba por vencido, y porfió que, si no se entregaban por las buena, sería por las malas. Y tuvo el atrevimiento de preguntarles cuando podía ir a buscarlas. Ellas le respondieron:

    - Hemos de ir contigo a Francia cuando venga el río Xares por delante de nuestra casa.

    Le dijeron eso porque lo creían imposible, ya que por aquel entonces el río Xares pasaba más adelante.

    Roldán al escucharles esto, no se desanimó, todo lo contrario, pues el caso es que, valiéndose de un meigallo o hechizo, fuese por la noche, y cambió sin más el discurso del río. Al amanecer los vecinos se dieron cuenta de lo que pasaba, y vinieron todos gritando hasta la puerta de las tres chicas.

    - Costureras de Puxares
      venid a lavar las piernas
      a las aguas del río Xares.

    Ellas se despertaron, y se asustaron al ver el río al lado de su casa, y con esto, salieron corriendo como almas en pena, sin que las viese Roldán, que estaba esperando, y cogieron un atajo. De esta forma se salvaron de ser presas de los franceses o de los mismos vecinos.

     Se fueron corriendo hacia el valle de Valdeorras, a seis kilómetros de Vilanuide. Los soldado fueron a contarle la noticia de la huída a Roldán, que estaba muy contento.

    Así que escuchó aquello, y se fue a seguirlas todo enfurecido.

    Ellas pudieron pasar el río, no se sabe si volando como brujas o con ayuda del diaño. De esta forma Roldán quedó en un lado y ellas en el otro. Y lo que Roldán no sabía es que éstas se dirigían hacia dónde actualmente está Rúa.

    Cuando creyó que no las vería nunca más, en Valencia do Sil, las vio a los lejos y con el río Sil por medio.

    Tanta era la rabia que tenía, que empezó a correr con su caballo y éste dejó la huella de las herraduras en el camino, y a día de hoy aún siguen allí.

    Las costureras al ver que se les estaba acercando, se echaron al suelo para invocar al demonio y pedirle que antes de ser atrapadas por Roldán preferían convertirse en mármoles. El demonio apareció, y en un abrir y cerrar de ojos, las transformó en tres piedras. Roldán, al ver esto, enloqueció.

   Actualmente esas piedras aún se pueden ver, aunque están ya desgastadas por las lluvias.